Cuantas cosas nos invaden al hablar de educación, cuantas reivindicaciones y cuantas luchas nos encuentran extasiados de objetivos y nos devuelven realidades.
La educación ha sido siempre eje de cuestionamientos y es en tanto existen otras fuerzas que la delimitan y la imponen, nos someten a ella, nos hacen creer y nos desarman nuevamente. Son sus contradicciones las que nos hacen dudar de la ansiada legitimidad de su autonomía aparente.
Desde este espacio cultural hemos debatido sobre el lugar que nos toca dentro de la universidad, el sujeto/alumno y el actor/profesor como lógica subsistente que nos marca en el día a día grandes conflictos y abarca grandes respuestas, movimientos fluctuantes en busca de otra manera de ser y hacer conocimiento. Es el lugar disputado por excelencia de la política, donde se unen la vida privada y la publica y donde se marcan los pasos de un ideal de gobierno y conciencias ciudadanas. Cuando pensamos en construir conocimiento y no ya almacenarlo y repetirlo, nos vemos desafiados a crear nuevas relaciones educativas; apostamos a la apropiación de los espacios y los contenidos y a la dinámica soberana de que esos mismos saberes vuelvan a nosotros, se hagan uno con los ideales políticos de expansión y de construir una verdadera universidad para el pueblo. Hemos apostado por la democratización, por la conciencia y la transformación, queremos romper con un modelo educativo anclado en objetivos que ya poco tienen que ver con la dinámica de este sistema que pretende perpetuar el disciplinamiento y la vigilancia, el recorte de saber y la formación de actores indispensables, responsables de algo tan definitivo en la vida como el trabajo y la fuerza de cada uno en el futuro. Es en esta facultad donde estos planteos cobran un acento aun mayor y una responsabilidad por reflexionar todo esto nos debe de tocar cerca, estamos formando profesores que serán ellos mismos responsables de una generación de alumnos pasivos, persistiendo en este modelo que ya entro en crisis pero que desde el poder sigue siendo mantenido como seguro de su propia supervivencia.
Dentro de la educación formal se encuentra el axioma de la opresión, no es una consecuencia de ella sino que esta presente desde el momento mismo de instauración de la escuela civilizadora y la universidad excluyente, formadora de referentes/padres de la desigualdad social y el manejo desinteresado de las herramientas políticas, la apropiación del poder por si mismo y para el desarrollo individualista de lo que ellos llaman la buena vida que se desentiende a cada momento del grito mediador. La propuesta de interpelar de otra manera es quizás la mejor forma de romper con el circuito comunicacional de la clase gobernante. Estas son nuestras herramientas, animarse a usarlas es el desafío.
Como apostamos a la cultura y las expresiones artísticas como herramienta fundamental de la disputa ideológica creemos en la voz renovada que transforme las relaciones sociales y el compromiso también dentro de la universidad, con potencialidades encontradas podemos construir la fuerza del estudiante transformado, activo, que con su grito produzca la ruptura de un sentido comun que no representa a nadie.
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