El pasado 15 de Julio el gobierno nacional, junto a Evo Morales, inauguró el monumento a Juana Azurduy que reemplazó a la estatua de Colón, ubicada detrás de la Casa Rosada. Si bien acordamos que las estatuas y monumentos de personajes de la historia que ejercieron una violencia sistemática hacia nuestros pueblos no deben ocupar el espacio público, ya que de esta manera se institucionalizan como referentes de nuestra sociedad, entendemos que un verdadero homenaje a una luchadora como Azurduy va más allá del reemplazo de una estatua.
Consideramos contradictoria (e incoherente) la decisión del gobierno, teniendo en cuenta que hace cinco meses 110 comunidades de los pueblos originarios que conforman la organización QO.PI.WI.NI están acampando en la intersección de las avenidas de Mayo y 9 de Julio a la espera de una reunión con Cristina Fernández de Kirchner. Desde las comunidades se busca debatir y poder encontrar soluciones en relación a las 7 mil hectáreas de tierra que les fueron sacadas por las autoridades de la provincia de Formosa, como así también poder exigir a la Corte Suprema que haga cumplir leyes nacionales y tratados internacionales que lxs protegen, como la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Pero se les está dando la espalda.
Los ataques y agresiones sufridas por nuestrxs hermanxs, los asesinatos por parte de patotas mandatadas por los gobiernos provinciales, las consecuencias de las fumigaciones, los desmontes, las inundaciones, las sequías, la pérdida de suelos y sus riquezas, el desplazamiento de poblaciones junto a su cultura, no va a ser resuelto por mover una estatua.
A su vez, creemos que resulta fácil señalar a ciertos personajes de la historia como Colón, Cortez y Pizarro. Pero entendemos que debemos reflexionar críticamente sobre nuestra historia más reciente: Roca, Sarmiento y Rauch, son personajes infames que hoy seguimos encontrando en monumentos, nombres de escuelas, transportes públicos, calles, pueblos y billetes.
Bolivia no nos da sólo una estatua de una libertadora, nos da un ejemplo de cómo construir un Estado, un territorio y una Nación, donde se respete, valore y se recupere nuestras herencias originarias, donde el conjunto de nuestro pueblo tenga derechos. Ese es el mejor homenaje que se puede hacer a una revolucionaria como Juana Azurduy.
Basta de asesinar a nuestros pueblos originarios!!!
No más genocidas y etnocidas en nuestras plazas, calles y escuelas!!!
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